A todo el mundo le preocupa el futuro del trabajo en nuestro país. Al fin y al cabo, la situación económica que estamos atravesando puede no invitar precisamente al optimismo. Por ello, aquí queremos hacer un análisis en profundidad acerca de ella y explicar cuáles son los supuestos que hay sobre la mesa.
Para ‘predecir’ el futuro del trabajo, primero hay que saber de dónde venimos
En las últimas décadas, el mercado laboral español solo ha podido definirse como de extremadamente inestable y volátil. Pero ¿por qué? Fundamentalmente, porque está aquejado de un problema estructural de difícil solución a corto plazo. En estos momentos, el sector servicios copa el 67,7 % del PIB, mientras que la industria manufacturera se queda en el 11,1 %. El resto de industrias apenas alcanza el 14 %.
Por tanto, España es un país especialmente vulnerable ante cualquier crisis económica. Lo vimos en 2008 y en los años sucesivos con la explosión de la burbuja inmobiliaria. El número de parados rozó los 6 millones y la tasa de desempleo entre los menores de 25 años superó el 50 % (en 2020, todavía ronda el 30 %).
Ese problema estructural hizo que nos recuperáramos más tarde de la crisis de 2008 que nuestros vecinos europeos. Y, cuando aún no habíamos llegado a los niveles de empleo de 2007, vino la pandemia de COVID-19 que, literalmente, paró el país y prácticamente el mundo. Un hecho que afectó, y sigue afectando aunque en menor medida, al sector servicios y, sobre todo, al turismo, incrementando más la incertidumbre acerca del futuro del trabajo en España.
El futuro del trabajo marcado por la incertidumbre
La recuperación de la crisis derivada de la pandemia de coronavirus, a pesar del impacto de la variante ómicron, parecía ir viento en popa. De hecho, para 2022, muchos organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo preveían un crecimiento del PIB español cercano al 6 %. Incluso se hablaba de bajar de la barrera psicológica de los 3 millones de desempleados.
Sin embargo, Vladimir Putin tenía otros planes. El 24 de febrero lanzó una ofensiva militar sobre territorio ucraniano tras semanas de amenazas. Europa, tras casi 80 años de paz desde el final de la II Guerra Mundial con la excepción de Yugoslavia, volvía a estar en guerra. Y, como sabemos, las guerras son sinónimo de inestabilidad y crisis.
Rusia es el principal proveedor de gas y petróleo de muchos países de la Unión Europea y del mundo, aunque no de España. Un dato insignificante dado que vivimos en un mundo globalizado y los mercados operan a nivel mundial. Como medida de presión, la Comunidad Europea ha interpuesto multitud de sanciones al estado ruso (y este a nosotros) que han creado una situación insospechada hasta hace no mucho tiempo.
La realidad actual y el futuro más cercano depende de:
- La evolución de la guerra. Cuanto más se alargue el conflicto, peor para todos. Evidentemente, las pérdidas humanas son lo más importante. Pero hay que ser conscientes de que las guerras generan incertidumbre y que este hecho frena la inversión. Así que lo normal es que los datos del trabajo en España y en el resto de la Unión Europea empeoren a no ser que se encuentre una solución rápida. Algo que no parece fácil.
- Desabastecimiento de materias primas. Ucrania era una potencia en lo que respecta a materiales de construcción. Actualmente, esta industria se encuentra completamente parada, lo que ha elevado los precios en el mejor de los casos. Porque los paros por falta de materiales en obras ya están a la orden del día. Incluso hay empresas que están solicitando ERTEs.
- El precio de los combustibles. El boicot a Rusia ha elevado notablemente el precio del barril de Brent y, con ello, el precio de la gasolina, el diésel y demás combustibles fósiles. Tanto que, en estos momentos, salir a pescar o con un camión a repartir no es económicamente sostenible, lo que nos lleva directamente al siguiente punto.
- La huelga del transporte. Una vez más, el precio de la gasolina ha llevado a un paro por parte de los transportistas (ya ocurrió en 2008 por la misma razón). Cuando esto sucede, prácticamente todas las industrias acaban cesando su actividad. Algo especialmente evidente en la alimentaria. El caso es que el margen de maniobra del Gobierno de España es cada vez más escaso para ponerle solución rápidamente.
Todos estos aspectos afectan negativamente al panorama laboral actual y al futuro del trabajo en España, y pueden hacer que los datos de desempleo crezcan rápidamente en los próximos meses. Desde luego, se trata de un panorama nada halagüeño.
La otra cara de la moneda
Ya nos hemos puesto en el peor de los casos en lo que respecta al futuro del trabajo en nuestro país. Es cierto que el conflicto bélico ruso-ucraniano puede llegar a otros países, pisar suelo OTAN y desembocar en la III Guerra Mundial. Algo con consecuencias desastrosas a nivel humano, económico y laboral.
Pero también puede que no sea así y que las previsiones económicas que teníamos hace no tanto se acaben cumpliendo. Aunque sea un poco más tarde. ¿Por qué no?
Si lo hiciera, el futuro del trabajo en nuestro país estaría marcado, en buena medida, por el teletrabajo. Una condición cada vez mejor valorada por parte de los talentos que buscan un empleo y que, cada vez son más las empresas que ofrecen un proceso de reclutamiento.
De hecho, el Gobierno de España se ocupó de regular el trabajo remoto tras superar la fase más dura de la pandemia de COVID-19. Incluso hay convenios colectivos y de empresa que empiezan a reconocer esta modalidad como derecho, ya sea de forma total o parcial. No olvidemos que trabajar desde casa es de gran ayuda para todos aquellos que tienen hijos y presentan dificultades a la hora de compaginar su vida personal y profesional.
Por otro lado, también tenemos que hablar de la jornada cuatro días. Se trata de una propuesta formal realizada en España por el partido MasPaís y que cada vez cuenta con mayor número de adeptos. De hecho, el Ejecutivo actual contempla un proyecto para probar su implantación. Estará compuesto por 50 millones de euros en subvenciones para las empresas.
Este tipo de jornada laboral de cuatro días también está gozando de éxito en Europa. Por ejemplo, Bélgica ha sido el primer país en aprobar una reforma laboral destinada a regularla. Eso sí, no contempla trabajar menos horas manteniendo el mismo sueldo, sino concentrarlas en cuatro días hábiles en lugar de en cinco.
Tampoco podemos olvidarnos del desarrollo de las nuevas tecnologías y de la inteligencia artificial. Los robots capaces de desempeñar trabajos como los humanos no solo son cada vez más habituales, sino que también resultan más accesibles para las empresas. Es cierto que esto puede afectar negativamente al empleo. Pero, como afirman algunos, más pronto que tarde las máquinas tendrán que pagar impuestos y mejorar nuestra calidad de vida.
En definitiva, si miramos los telediarios, no cabe duda de que el futuro del trabajo en España siembra bastantes dudas. Las huelgas, los problemas de desabastecimiento y, lo que es peor, los conflictos bélicos son motivos de incertidumbre. De hecho, si la situación continúa, no sería extraño que nos viésemos abocados a una nueva crisis. Pero también puede suceder lo contrario, es decir, que todo se solucione en pocos meses y que podamos recuperar las previsiones más optimistas. Esperemos que así sea.