Aunque suene chocante, las personas hemos de ser cada vez más personas para afrontar el nuevo entorno laboral compartido con las máquinas. Mientras el McKinsey Global Institute dice que para el 2030 los robots podrían reemplazar 800 millones de puestos de trabajo, el 80% de los líderes empresariales, según el Informe de la Sociedad Digital en España 2019, opina que las soft skills son cada vez más relevantes en la valoración de un empleado.
Pero realmente, ¿qué son las competencias sociales?, la traducción literal al español de soft skills sería “habilidades blandas”, ya que el vocablo inglés las contrapone a las habilidades técnicas, que considera “sólidas”. Son competencias relacionadas con la personalidad del profesional, su carácter y cómo se relaciona y comunica con los demás. Pero sería más adecuado hablar de habilidades o competencias dúctiles y, en general, también se las denomina “competencias sociales” ya que son conductas de fuerte impacto en el grupo humano donde se desarrolla un trabajo y deben complementar los conocimientos técnicos de un empleado para ayudar al conjunto de la plantilla.
En el mercado laboral actual, cada vez más expertos destacan el papel relevante de las soft skills en la búsqueda del talento. Por ejemplo, un segmento de las becas que concede Banco Santander (Skills | Upskill your Talent) en colaboración con Esade, se destina específicamente a “potenciar las soft skills en un entorno digital que demanda nuevas habilidades trasversales en los profesionales”.
Las competencias sociales más demandadas
Son valores que una correcta educación escolar debería ya haber fomentado, pero los gestores de talento han comprobado que no es así. Por eso insisten en la necesidad de estas capacidades y se dictan cursos para mejorarlas. Estas son las competencias sociales más importantes para un ente tan relevante como Fundación Telefónica:
- Flexibilidad y adaptabilidad. En un entorno caracterizado por cambios rápidos y constantes, las empresas necesitan profesionales capaces de encarar la incertidumbre, adquirir nuevos conocimientos y actualizarlos siempre que haga falta.
- Inteligencia emocional. Comprender y manejar de forma eficaz las emociones propias y las ajenas, la escucha activa, el correcto manejo del lenguaje corporal o la empatía son competencias que generan buen ambiente laboral y dan puntos positivos a quien aspire a integrarse en una plantilla.
- Pensamiento crítico. Es una habilidad dinámica necesaria para innovar dentro de la empresa y contribuir a su crecimiento: saber reflexionar sobre una situación, analizarla desde diferentes puntos de vista; discernir lo relevante, cuestionar modelos preestablecidos…
- Resiliencia. En el ámbito personal, es la capacidad para recuperarse de la adversidad. Permite al empleado asumir las situaciones límite que se dan en el entorno laboral sin dejarse vencer por ellas.
- Asertividad. La habilidad de comunicarse clara y adecuadamente, sin ofender, es una competencia social básica. Sirve tanto para decir ‘no’ y para expresar una opinión contraria o una queja como para reconocer el trabajo bien hecho por otra persona sin que parezca una fría formalidad.
- Trabajo en equipo. La presencia de otras personas influye positivamente en el trabajo individual, que se realiza con más rapidez y motivación. Ser colaborativos y capaces de anteponer el bien común (del equipo o de la empresa) al propio es una de las cualidades del talento más requeridas por las compañías.
- Creatividad. La progresiva automatización de las tareas rutinarias ha disparado la demanda de profesionales capaces de hacer lo que las máquinas no pueden: desde aportar ideas y soluciones innovadoras hasta diseñar nuevos modelos de negocio.
- Aprender a aprender. El término learnability indica la capacidad de adaptar las habilidades durante toda la vida laboral para permanecer útil, la disposición a actualizar conocimientos a medida que cambian las circunstancias.
- Resolución de problemas. Los profesionales con esta habilidad entrenada están muy cotizados en el mercado laboral. En primer lugar, se trata de ser efectivos al identificar un problema. Después, hay que contextualizarlo con datos. Luego, buscar varias soluciones posibles, sopesar las consecuencias de cada una y, finalmente, saber elegir la más conveniente e implantarla.
- Proactividad. Esta capacidad para categorizar y priorizar tareas incluye mirar más allá de la labor concreta asignada buscando oportunidades, proponiendo ideas y adelantándose a errores y problemas.
Todas estas cualidades y competencias sociales se caracterizan por ser exclusivamente humanas, y ningún robot es capaz, todavía, de incluirlas en sus rutinas programadas.