Tanto el control por huella dactilar como el reconocimiento facial son los sistemas biométricos -del griego bio (vida) y metron (medida)- en auge que utilizan parámetros físicos únicos de cada persona para comprobar su identidad. Otro de los más empleados el del iris del ojo.
Hay que buscar el precedente del control por huella dactilar en las investigaciones del policía francés Alphonse Bertillon que la introdujo en el siglo XIX como elemento identificativo. Por su parte, el moderno reconocimiento facial de la era digital es una aplicación que identifica automaitcamente a una persona en una imagen analizando sus características faciales y creando una plantilla biométrica que cruza con una base de datos. Su uso está tan extendido en la vida ordinaria y del consumo que su implantación en los teléfonos iPhone hace prever una progresiva extensión a Smartphone basados en Android.
Al entrar en el terreno de la intimidad, el uso de datos biométricos se regula en la Ley de Protección de Datos española y en el Reglamento Europeo de Protección de Datos, que exigen «determinar y justificar la finalidad para la que se recaban los datos biométricos y la proporcionalidad del sistema biométrico propuesto, que ha de ser adecuado, pertinente y no excesivo”. También es preceptiva la información previa al usuario y su consentimiento. Pero el control por huella dactilar se justifica por limitarse a comparar la cadena numérica que genera cada huella mediante el algoritmo de encriptado con las previamente registradas, asociando el fichaje al empleado al que se encuentre vinculada la cadena numérica (igual que sucede con las tarjetas de fichaje), de modo que el tratamiento de esta información no tiene un alcance distinto al de los datos relativos a un número de identificación personal (PIN).
Su conveniencia para el control de Presencia, Accesos y Rondas
Ambos sistemas proporcionan grandes ventajas. Si una empresa utiliza el control por huella dactilar resulta evidente que esa huella no se extraviará como podría perderse una tarjeta de acceso, y hace imposible que un trabajador fiche por otro. En cuanto al reconocimiento facial, es la opción preferida en industrias donde el personal deba trabajar con guantes y empresas sanitarias que precisan el máximo nivel de higiene, como ejemplos relevantes.
Por tanto, partiendo del respeto a la Ley en su implementación, será la particularidad de los centros de trabajo lo que hará más oportuna la elección de uno u otro sistema biométrico. La funcionalidad e inmediatez tanto del control por huella dactilar como del reconocimiento facial es un avance tecnológicos que benefician a la imagen y transparencia de una empresa, al tiempo que permite a sus trabajadores jugar a ser Tom Cruise en «Misión Imposible», conscientes de que sus datos no se van a utilizar para otros fines. Poner la huella o presentar el rostro es moderno, fácil, higiénico y eficaz para el trabajador y para el empleador.
Por último, recordemos la compatibilidad de sistemas, ya que los lectores de reconocimiento facial que proporcionan las mejores empresas especializadas permiten combinar varias tecnologías a la vez: biométricas, digitales e incluso teclados para introducir el PIN.